Xavier Montsalvatge (1912 – 2002): de la poética artesana a la artesanía poética.

       Corría el año 1994.  Había decidido asistir aquella tarde, a un concierto en el Palau de la Música de Valencia. Se incluía una obra milagrosa, que me dejaría una gran impresión. En concreto, el Concierto-capriccio para arpa y orquesta de Xavier Monsalvatge. Aunque conocía otras obras del compositor: su Concierto breve para piano y orquesta, sus Canciones negras para soprano y orquesta, la Sonatina para Ivette para piano (dedicada a su hija), no esperaba escuchar aquel día, una obra como aquélla, una obra tan bella y extraordinaria, tan bien escrita, con un conocimiento tan sabio de la orquestación, una obra estructuralmente perfecta. Salí del Palau con la sensación de haber escuchado una obra maestra.  Finalizado el concierto, y ya en la calle, me cruzé con una persona que, por su actitud sencilla, carente de cualquier atisbo de inmodestia, nunca hubiera dicho que era quien era, que se trataba precisamente de él,  del  maestro,  de  Xavier  Montsalvatge  en  persona.

Este 2012 celebramos el centenario de Montsalvatge que nacía 11 de marzo de 1912 en Girona, en el seno de una familia acomodada que regentaba las bancas de Olot, Girona y Figueres en un grupo de entidades que desaparecería en 1918, con el fallecimiento del padre del compositor, circunstancia que le obligó -con nueve años de edad-  a trasladarse a Barcelona para vivir con su abuelo materno. Una vez allí, ingresó en la Escuela Municipal de Música estudiando con Francesc Costa y Eduard Toldrá el violín y la composición con Enric Morera y Salvador Pahissa, realizando además sus estudios, de forma paralela, en la famosa Academia Montessori.

No hay que olvidar que Barcelona, en el primer tercio del siglo XX, era una ciudad con intensa vida cultural y musical. Honneger, Schönberg o el propio Strawinski visitaron la ciudad condal en aquella época. Manuel de Falla estrenó su Concierto para clave en 1926. Robert Gerard, compositor catalán y discípulo de Schönberg, representaba la tendencia vanguardista española del momento. No es casual que en 1936, poco antes de la guerra civil, se organizara en la ciudad el XIV Festival de la S.I.M.C. (Sociedad Internacional de Música Contemporánea), que permitirá a Montsalvatge conocer la obra de relevantes compositores extranjeros como Alban Berg, Ernst Krenek i Albert Roussel, y españoles como Rodolfo Halffter, Federico Elizalde, Salvador Bacarisse, Robert Gerhard, Óscar Esplá, Manuel de Falla, Pedro Sanjuán y Joaquín Turina, compositores de la nombrada Generación de la República. También constatamos la presencia del famoso ballet de Sergi Diaghilev y de conciertos en los que se presentaron obras del Grupo de los Seis.  Todo este ambiente musical y cultural influyeron de manera decisiva en la formación y bagage musical de Xavier Monsalvage.

Muy pronto consigue sus primeros éxitos como compositor, con su obra Tres Impromptus para piano en 1933, con la que recibe el premio en el XII Concurso de Composición Concepció Rabell i Civils a la vez que una ayuda económica de la Fundació Patxot que le permite viajar a París. Dos años más tarde su Petita Suite burlesca, para violín y cuarteto de viento recibe el premio Pedrell de la Generalitat de Catalunya. Sin embargo el capítulo de premios le creó algún que otro sinsabor. Célebre es que presentó a concurso su Concierto breve  -hoy importantísima partitura dentro del género, en el repertorio español-  y no fue premiado. O su ópera Babel 46, que corrió la misma suerte, y que no pudo estrenar hasta muchos años más tarde, cuando ya daba por perdida esta posibilidad (compuesta en 1960 no vio la luz hasta 28 años más tarde). No obstante, cuando se escuchan estas obras se aprecia la absoluta subjetividad de los concursos de composición.

Con independencia de estas anécdotas, Montsalvatge  recibió a lo largo de su trayectoria profesional numerosos premios y distinciones: Premio Oscar Esplá (1958); Premio Nacional de Música (1985); Premi Reina Sofía – Fundació Ferrer Salat (1992), Premio Jacinto e Inocencio Guerrero (1992); II Premio Iberoamericano de música Tomás Luis de Victoria (1998); Doctor Honoris Causa por la Universitat Autònoma de Barcelona, Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres del gobierno francès, Medalla al Mérito Artístico del Ministerio de Cultura, Medalla d’Or de l’Ajuntament de Barcelona, Medalla d’Or de la Generalitat de Catalunya y Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. También fue  académico numerario de la Real Académia Catalana de Sant Jordi, académico honorífico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid y de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría de Sevilla, miembro de la Hispanic Society de Nova York y de la Société Fryderyka Chopina de Varsòvia.

Su faceta pedagógica se inicia en 1943 como profesor en la célebre Academia Marshall de Barcelona continuadora de la escuela pianística que fundó Enrique Granados. Posteriormente, en 1970, entra como profesor de composición en el Conservatorio Municipal de Barcelona, antigua Escuela Municipal donde había empezado a estudiar música, y es nombrado catedrático en 1978. Aunque no dejan de ser significativos sus comentarios con relación a la docencia de la composición, extraídos de sus Papeles autobiográficos (constituyen sus memorias, publicadas en 1988), que dan además una idea de la honradez de nuestro protagonista: Nunca he tenido vocación por la pedagogía. (…) me cuesta imaginar cómo un compositor puede ¨enseñar a componer¨ después de superadas las disciplinas académicas de la armonía, el contrapunto y la fuga sometidas a inalterables principios formales clásicos. (…) lo único importante, prescindiendo de reglas y normas, está en la posibilidad de que el profesor sepa lograr que el aspirante a compositor se encuentre a sí mismo. Lo cierto es que cuatro años más tarde abandona la docencia así como la crítica musical, que desempeñaba en el periódico  La Vanguardia.

Compositor prolífico, continuó sin pausa su actividad compositiva hasta el final de su vida, creando un elevado número de obras, catálogo que finaliza con su Sinfonietta-concierto (2001) obra escrita para flauta solista, orquesta de cuerda, piccolo, arpa y un percusionista. Sus obras fueron interpretadas y dirigidas por los más prestigiosos intérpretes como Eduard Toldrà, Sir Neville Marriner, José Serebrier, Franz-Paul Decker, Rafael Frühbeck de Burgos, Antoni Ros Marbà, Jean-Pierre Rampal, Henryk Szeryng, Angelika Kirchschlager, Marilyn Horne, Alexis Weissenberg,  Kathleen Battle, Victoria de los Ángeles, Alicia de Larrocha, Montserrat Caballé o Barbara Hendricks.

Es posible encontrar diversas opiniones sobre las tendencias estilísticas que se aprecian en su lenguaje, tendencias que evolucionan a lo largo de los años, desde un primer estilo habitualmente citado como antillanismo, o nacionalismo ultramarino que caracterizó muchas de sus obras —evocando las colonias españolas de América que se perdieron a finales del XIX, con la guerra de Cuba (1898), y que influyeron en la música popular catalana del momento—, al introducir las conocidas habaneras que Montsalvatge recuperó directamente de los pescadores de la Costa Brava i que recogió en el  Álbum de habaneras (1948) publicado con Néstor Luján i el pintor Josep Maria Prim.  También se intenta explicar el estilo de escritura de otras de sus obras, bajo una cierta influencia serial. Hasta encontrar finalmente una música con sello propio   –ecléctica  para algunos- , pero en cualquier caso más concentrada en su personalidad. Parece que a la hora de calificar la obra creativa de un compositor tendemos a la simplificación. En realidad, en el fondo del asunto subyace la dificultad que encontramos por adscribir a un estilo, corriente o escuela, el mundo creativo de un compositor tan rico y  versátil, con tanta obra realizada a lo largo de una tan extensa trayectoria profesional como la de Montsalvatge.

Montsalvatge pertenece a esa clase de compositores que necesitan expresar una personalidad creativa propia, cimentada, no tanto sobre la tradición  -con la que tantas veces se les relaciona de forma peyorativa- sino, sobre todo con el cultivo de una música que posee una sonoridad personal e individual, desprovista de preocupaciones esencialmente especulativas vinculadas con una cierta modernidad de postulados estéticos, y más centrada en el propio resultado  artístico de la misma.

Tomás Marco, para este estado de cosas acuña, muy acertadamente, un término propio –poética artesana–  en su libro Pensamiento musical y siglo XX  donde indica: (…) existen músicos poco interesados en la especulación estética, que practican un pragmatismo que les acerca  a esa posición tan extendida profesionalmente que llamaremos  poética artesana. Por tal  entendemos  -sigue Marco-   una posición que basa en el absoluto dominio de la técnica compositiva y en el escrupuloso ejercicio de la profesión la validez de la obra musical. Y más adelante precisa que la poética artesana no es una posición avanzada ni retardataria sino un refugio en la propia configuración de la música frente a especulaciones, siempre sentidas como externas, lo sean o no en realidad, de los movimientos estéticos generales aplicados a la música.

Para los compositores como Xavier Montsalvatge no se trata tanto de ser moderno o no serlo al escribir sus obras, sino de ser consecuente con aquello que se siente como necesario en la propia creación musical, independientemente de etiquetas y corrientes estéticas. A veces se les atribuye el calificativo de eclécticos a estos compositores que  -haciendo gala de un dominio técnico asombroso-  pueden cultivar y practicar dentro de su obra, posiciones  estéticas y técnicas compositivas poco uniformes, aparentemente bastante alejadas entre sí. Aunque ello no significa en absoluto, y mucho menos en el caso de Montsalvatge, una renuncia a la exigencia más inconformista en lo creativo, donde la necesidad de expresarse desde el rigor y la perfección  constituyen objetivos irrenunciables.

Xavier Montsalvatge pertenece a este tipo de compositores. De su música se desprende  en un primer estadio, una factura de realización, una calidad y un oficio compositivo que solo es atribuible a determinados individuos tocados por la magia, tocados de un talento extraordinario.  Pero enseguida se manifiesta lo más importante de su música, lo mejor que puede decirse de un compositor: el gozo de su creación, la belleza de sus resultados, el mundo sonoro propio que es capaz de obtener con sus obras. Parafraseando a Tomás Marco, e invirtiendo su término,  podríamos nosotros utilizar la expresión artesanía poética, para describir el quehacer creativo del compositor. Porque es pura poesía lo que Montsalvatge  logra con muchas de sus obras; es la poesía, en su más alta expresión, el objetivo de su artesanía profesional.

Desde estas páginas recomiendo encarecidamente la escucha de su música. Conocer y disfrutar sus Canciones negras (1945), o el Concierto breve para piano y orquesta (1953). En el género sinfónico su interesantísima Desintegración morfológica de la Chacona de Bach (1963), su Sinfonía de Réquiem (1986) que constituye un intenso canto de difuntos sin texto. Disfrutar del Concierto del Albaycín (1977) para clave y orquesta o de Metamorfosis de concierto (1980) para guitarra y orquesta. En el apartado de la ópera encontramos El gato con botas, ópera de magia en un acto y cinco escenas (1.947), Babel 46, ópera en cuatro episodios y dos actos (1960), y su tercera ópera, Una voce in off, ópera romántica para dos personajes y medio, en un acto y tres escenas (1.962). En la música de cámara encontramos la Serenata para Lidia de Cadaqués para flauta y piano (1970) estrenada por Jean Pierre Rampal o  Diálogo con Mompou para violín, violoncello y piano (1988).  Por supuesto sin olvidarme de su Concierto-capriccio para arpa y orquesta (1975). Sólo por citar un grupo reducido de su extenso catálogo.

No es casual la amistad que Montsalvatge tuvo con otro gran compositor catalán, que también participa de todas las características de enfoque creativo ya indicadas en Montsalvatge. Me refiero a Frederic Mompou, con el que le unía una estrecha amistad y con el que incluso trabajó en un proyecto conjunto con la obra Perlimplinada, ballet sobre la comedia de Federico García Lorca Amor de don Perlimplín con Belisa en su jardín. También a Frederic Mompou, en alguna otra ocasión, habrá que dedicarle nuestra atención.

Con este breve artículo sobre Montsalvatge sólo he querido manifestar mi admiración y entusiasmo por la música de un compositor  ineludible, próximo a nuestro mundo sonoro, a nuestras señas de identidad mediterráneas, con la secreta intención de contagiar a todos los alumnos del conservatorio de mi entusiasmo,  o  al  menos  de  motivar  la  escucha  de  alguna  de  sus  obras.

(Artículo publicado en la revista A piacere del ConservatorioProfesional Maestro Vert de Carcaixent. Mayo 2012)

Javier Costa Císcar

Bibliografía:

Montsalvatge, Xavier. PAPELES AUTOBIOGRÁFICOS. Al alcance del Recuerdo Colección Memorias de la Música Española. Fundación Banco Exterior. (1988)

Marco, Tomás. Pensamiento musical y siglo XX.  Fundación Autor. Madrid (2002)

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *